Federación de Servicios a la Ciudadanía de CCOO | 28 marzo 2024.

Clase valiente: el poder de las palabras

    El senador Joseph McCarthy fue el personaje visible que en los años 50 del siglo XX lanzó una dura campaña derechista contra las posiciones progresistas y de izquierdas. A todos les acusaba de ser antiamericanos asimilando dicho término al de comunistas —no olvidemos que el contexto era de duro enfrentamiento de bloques—.

    14/07/2017. Xavier Navarro, responsable de Estudios y Cultura de FSC-CCOO
    Clase valiente: el poder de las palabras

    Clase valiente: el poder de las palabras

    La llamada “caza de brujas” afectó a medios de comunicación, empleadas y empleados públicos, militares, sindicalistas y, de manera especialmente intensa y dura, a la industria del cine. No es en absoluto baladí que fueran estos los objetivos de la persecución política. La creación, el mundo del cine y su repercusión popular: un espacio importante de transmisión de ideas, de valores.

    McCarthy fue finalmente expulsado del Comité de Actividades Antiestadounidenses en 1954. Su decisión de atacar al ejército, junto a la más que destacada confrontación con el periodista Edward R. Murrow —interpretado por George Clooney en Buenas noches y buena suerte— labraron su caída en desgracia. McCarthy fue apartado pero el daño causado fue muy importante. El macartismo no eliminó totalmente pero redujo de manera importante, muy importante, la capacidad de incidencia de las posiciones sociales críticas.

    La ultraderecha consiguió una importante victoria y, salvo interesantes excepciones que no generaron mayor peligro para el sistema, la industria del cine como producto de consumo de masas quedó salvaguardada. La opinión de la ciudadanía norteamericana quedaba a merced de una visión determinada del mundo, de la sociedad y de las relaciones económicas y sociales. Dada la capacidad de penetración de la industria cinematográfica de Estados Unidos, la ciudadanía de muchos otros países quedaba también expuesta a su visión del mundo.

    La ofensiva promovida por McCarthy no solo se dio en el mundo del cine. Fue en todos aquellos ámbitos influyentes y conformadores de hegemonía, en todo ámbito público, pero el cine tenía una importancia especial.

    La cultura es, como vemos, un aspecto fundamental para conformar criterios, visiones críticas. Recientemente en un artículo valorativo de la primera vuelta de las presidenciales francesas, se hacía una interesante afirmación sobre que “los trabajadores han desaparecido del cine”, en una clara referencia a la no presencia protagonista del mundo del trabajo y la clase trabajadora. Dicha afirmación la podríamos hacer extensiva a otros ámbitos. Salvo excepciones muy interesantes esta es la realidad. La afirmación comentada dice mucho de la importancia de una industria cultural, creativa y generadora de imaginarios en la que el mundo del trabajo se ve excluido, marginado, periférico.

    Esta realidad nos obliga a reflexionar sobre el cine, sobre la creación cultural y el compromiso social, así como la relación del mundo del trabajo organizado (sindicalismo de clase) con los creadores, los cineastas y, en general, con el mundo de la cultura. Es cierto que en CCOO se han dado pasos importantes, pero habrá que profundizar y fortalecerlos y desarrollar un trabajo importante para que dichas actuaciones sean conocidas y seguidas por la mayoría de la afiliación.

    Ser cineasta, y cineasta con compromiso, hoy es harto complicado. La propia realidad laboral es de altísima precariedad, lo que complica mucho más. Tenemos una industria donde el cine de autor independiente es una actividad de la que no se puede vivir. Si no hay respaldo de una televisión, si no hay inversión en el producto y poder acceder a los circuitos de distribución tradicionales, la creación se ve abocada a una práctica marginal altamente precaria.

    Con muchas dificultades, cooperativas como “Compacto” logran sobrevivir a pesar de los éxitos. Porque se puede tener un éxito de crítica, obtener premios y un buen currículum artístico pero bastantes más gastos que ingresos. Solo los adinerados pueden dedicarse en exclusiva al cine, lo que influye (siempre hay excepciones) en la falta de propuestas narrativas de otra clase social, quedando la actividad artística y creativa casi en exclusiva para las élites. Por lo menos la reconocida y con proyección y capacidad de influir socialmente.

    Dura realidad que no podemos obviar. Diversos son los ámbitos en los que intervenir como sindicato de clase y de manera conjunta con las organizaciones propias del ámbito cultural y creativo. Combatir la precariedad con diferentes medidas que permitan poder vivir y crear, posibilitando que las visiones sociales críticas y de la esfera del mundo del trabajo tengan tantas posibilidades como otras.

    El mundo del trabajo, el sindicato, ha de mantener un diálogo constante, forjar alianzas, porque generar opinión y visión crítica de la realidad que nos han impuesto es una necesidad. Necesitamos alianzas, que no devociones y seguidismos, desde el respeto, aceptando la crítica leal, apoyando iniciativas tan interesantes como “Clase valiente”. Mensajes tan interesantes como el que se desprende de producciones como esta han de llegar a ser popularizados y en esto el sindicato ha de jugar un papel fundamental.

    Trabajemos por conseguir las medidas necesarias que permitan vivir a los cineastas (guionistas, directoras y directores, actrices y actores, cámaras…) y al mundo de la cultura en general, y hagamos posible los cambios políticos necesarios para no dejar espacio ni margen a los que seguro nos querrían organizar una nueva caza de brujas, como en Estados Unidos en los años 50, o bien retrotraernos a los momentos oscuros de la dictadura en nuestro caso.