El sindicato, que no es otra cosa que la expresión organizada de la clase, debe plantearse de inmediato diversas actuaciones que le permitan avanzar, crecer, reforzar la organización y su papel sociopolítico como instrumento de la izquierda social. Muchos son los retos a los que debe dar respuesta (afrontar cambios significativos en su estructura, sin que ello comporte obviar o diluir realidades, abordar la sindicalización de lo disperso organizando el sindicalismo de plataforma, y plantear modificaciones de entidad en qué comunica y cómo comunica,… ) de manera colectiva, construyendo estas con esquemas profundamente democráticos.
Difícilmente podrá el sindicato crecer y ejercer el papel que le corresponde si no somos capaces de organizar el malestar, de sindicalizar lo disperso, lo atomizado, lo individualizado. Si no somos capaces de generar los vínculos necesarios, la clase, que hoy está en proceso de mutación y en un estadio subjetivo, difícilmente pasará a alcanzar el estadio objetivo y con él la conciencia de lo que es y significa; y sin ello, la expresión organizada de la clase se resiente profundamente, dando margen para un fuerte crecimiento de lo corporativo y, por tanto, de las opciones que interesan a nuestros antagonistas.
La conciencia de clase se conforma en diferentes lugares y ámbitos, pero nunca de la misma manera, ya que las experiencias no son uniformes. Hoy tenemos una clase en mutación porque las que la conforman (experiencias) han sido profundamente modificadas, fruto de una nueva realidad.
Conformar, generar conciencia de clase, viene determinado por diferentes experiencias y culturas compartidas, fundadoras de vínculos emocionales. Y crear vínculos emocionales es uno de nuestros objetivos; diría que una necesidad imperiosa y urgente a la que debemos dar una respuesta o bien aceptar una amarga derrota.
Uno de los elementos fundamentales para actuar en este sentido, es el lenguaje que utilizamos, cómo lo utilizamos, cómo nos dirigimos a quienes queremos representar. Este es un aspecto fundamental, el comunicativo, que ha de estar en absoluta consonancia con cambios estructurales importantes, de carácter organizativo, que permitan abordar la nueva realidad social y económica. Cambios, que no han de significar renuncia ni hacer tabla rasa, pero sí que han de comportar un cambio intenso y profundo en nuestros modelos organizativos, para poder actuar en un mundo que ya no es nuevo. La economía de plataforma existe, pero no hemos generado el sindicalismo de plataforma.
Ante esta nueva realidad, la visión tradicional de clase social, basada en unas experiencias determinadas, está cambiando, se diluye, está en un proceso de mutación. Actuar sindicalmente en una economía de plataforma, necesita, más que nunca, nuevos modelos y usos comunicativos.
El lenguaje, ¿refleja lo que existe o refleja una manera de ver lo que existe? En realidad, es el uso del lenguaje, de terminologías, el que utilizamos para construir una determinada visión de lo que está ocurriendo
Todos somos conscientes de la importancia de emplear unos términos u otros. Si queremos generar comunidad, conciencia, vínculos, debemos ser muy conscientes de ello, debemos saber qué y cómo transmitir. Mediante el uso del lenguaje podemos influir en las conductas. Cambiar la manera de comunicarnos ayuda a cambiar los modos de pensar y de actuar, puesto que el lenguaje tiene un impacto cognitivo en quienes lo utilizamos, que deriva, a su vez, en un impacto social y político, más aún donde la relación viene determinada fundamentalmente por el mensaje.
La mayoría de las palabras no tiene un significado fijo e inamovible para todo el mundo, al margen de las definiciones que establezca el diccionario. Por eso encontramos diferentes concepciones sobre qué es cultura, o qué es ser de izquierdas o de derechas. Si una palabra como “democracia” la invocan de manera distinta personas como Trump, Havel, Putin, Berlusconi, Rajoy, Puigdemont…., significa que la palabra en sí tiene tanta precisión como la niebla. Por tanto, nos interesa conocer las estrategias discursivas, más que el léxico, y al mismo tiempo establecer nuestras propias estrategias discursivas, elaborando los mensajes que permitan conectar, vincular emocionalmente, simplificándolo sin desvirtuar el contenido. Lejos de lo panfletario y el postureo, pero sencillo y directo.
Un lenguaje que acerque, que enganche y, por qué no decirlo, que enamore, de tal manera que las clases trabajadoras sientan y entiendan, quieran, comprendan al sindicato, lo aprehendan, asuman los valores de solidaridad, favoreciendo la conformación de comunidad y sentimientos de pertenencia. En el mundo digital, en la economía de plataforma, el lenguaje, el mensaje, adquieren una importancia impresionante, mayor que nunca.
Si vinculamos emocionalmente, favorecemos la generación de conciencia y el paso de lo subjetivo a objetivo, y con ello fortalecemos la organización. Hay que enfatizar la idea de que favorecemos, y que, por tanto, necesitamos acompañar estas actuaciones con otras de carácter organizativo, que imperiosamente han de ser complementarias.
No es porque sí, que esta reflexión la finalice con un poema de Benedetti, porque en nuestro modelo comunicativo que hemos de generar, la felicidad, la alegría… han de ser elementos centrales de nuestros mensajes, en contraposición a lo gris, a lo tedioso, a lo apocalíptico o a la constante negación.
Vivir en rebeldía, reivindicar la alegría.
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.
Mario Benedetti