Federación de Servicios a la Ciudadanía de CCOO | 26 abril 2024.

“No voy a denunciar”. Un año después

    Transcurrido un año de publicar el artículo: “Al final se nos criminaliza a las víctimas, no a los maltratadores” en el monográfico sobre violencia de género en la Revista Perspectiva en el que se reproducía la entrevista realizada a Valentina (nombre ficticio), una víctima de violencia, volvimos a hablar con ella. Pasado este tiempo comprobamos que a pesar de la condena al maltratador, esta mujer no estaba libre del peligro y que había habido fallos en la actuación.

    22/11/2019. Carmen López López, Secretaría de las Mujeres de FSC-CCOO
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    Es preciso recordar que en el momento de la primera entrevista, el maltratador tenía orden de alejamiento y 2 juicios pendientes de ingreso en prisión. En el momento actual la orden de alejamiento sigue vigente. De una de las condenas, que era de internamiento de casi dos años, sólo ha cumplido dos meses en prisión y el de la otra que queda pendiente, la podrá conmutar por dinero. De este modo se suspende la pena si paga la multa, a pesar de no haberlo hecho en tiempo y forma y de haber superado el periodo estipulado para realizarlo. No habiéndola pagado, como ha sucedido, se ha abierto de nuevo un procedimiento de prisión que, se le ha recordado, conmuta si paga la deuda cuanto antes.

    Resulta al menos curioso para quienes no estamos habituadas a las situaciones que se producen con las condenas que, después de 2 años y medio de juicios, cuando el caso llega al Supremo, sus letrados soliciten no entrar en prisión en fecha prevista para el ingreso, al ser ésta coincidente con unas fiestas religiosas. De este modo el maltratador podrá disfrutar de estas fiestas de encuentros familiares, pero para Valentina esto supone un tiempo de inseguridad y no disfrutar nada de esas fechas. Ella debió permanecer alerta durante este periodo para que disfrutara el machista maltratador condenado, quien además tuvo un hijo en ese periodo justo antes de entrar en prisión.

    Valentina nos cuenta que han seguido las infracciones porque se ha saltado la orden de alejamiento, lo que le afecta psicológicamente y que cuando ha ido a denunciar este delito, la policía le dice: “¿pero Ud. no se da cuenta que si pone tantas denuncias no la van a creer?”. A lo que acompañan con la duda de si no es ella la que se acerca puesto que le han llamado y el maltratador les comenta que es ella quien va al bar para verle. Sin embargo, la policía podría reparar en el hecho de que a la hora que el maltratador indica, ella está en el centro de trabajo. Lo que hace que Valentina se sienta cuestionada.

    “El violento se salta la orden de alejamiento día sí y día no. Viendo lo que la justicia ha hecho, evidentemente yo no voy a denunciar. Aunque no me pegue, ni me mate, ni me escupa, está invadiendo mi espacio vital. Tan solo debía estar a 500 metros, pero esa distancia se la está saltando” nos dice esta víctima.

    “Por todo esto creo que ya no volveré a denunciar pues a día de hoy he hecho el imbécil. Me he gastado muchísimo dinero y no he conseguido nada. Casi me mata. ¿Mi vida vale 2 meses de prisión para el Estado?” afirma esta mujer según avanza la conversación.
    Pero no sólo fue la situación de la condena de lo que hablamos con esta persona, sino de todo lo que le ha ocurrido a lo largo de este año tanto a ella, como a su hijo, sin olvidar el perro. La última vez que habíamos hablado con ella nos comentó cómo su sensación de seguridad había aumentado desde que tenía asignado un perro de asistencia, aunque la falta de regulación de este tipo de perros le estaba dificultando el acceso a muchos espacios.

    Nos cuenta que el menor, que tiene ahora 8 años, también padece esta situación. El niño empieza a tener regresiones y comienza a orinarse de nuevo tras las visitas al progenitor y que durante las estancias con su padre, este no lo lleva a las actividades extraescolares, lo que también al niño le afecta. Aunque el niño no quiere irse con su padre, esa orden está dictada por el juez según el cual: “lo que te ha hecho a ti no tiene porqué hacérselo a tu hijo”. No me quiero ir con papa dice el niño, “ve al juez y le dices que se vaya con él y que luego vuelva y me cuente si le apetece estar con mi padre”, dice el niño. La cuestión es que a través de su hijo el maltratador le sigue haciendo: “Es a día de hoy la única manera de hacerme daño”.

    El Punto de encuentro, lugar creado para el ámbito social, se ha convertido en el intercambiador de menores con los maltratadores, pero este lugar no abre los 365, días solo 4 de 7 días de la semana, ni festivos, ni puentes, lo que le provoca la ansiedad de ver cómo se organizan. Además al punto de encuentro él siempre llega tarde, algo que el personal sabe y ante lo cual no dicen nada, pero el problema mayor es que a ella no le permiten entrar con el perro de asistencia a este local.

    ¿Quién protege al menor cuando todavía le quedan unos cuantos años para poder decidir no encontrarse con su padre? La psicóloga podría hablar con la juez pero el niño tiene miedo de que se entere el padre de que no quiere ir con él. El sistema tampoco protege a los menores por mucho que se diga que se está haciendo. El maltratador, como sabe que ella le denunciará si no paga la pensión, lo retrasa hasta un minuto antes de la fecha límite para la posible denuncia. No paga los libros, ni las actividades extraescolares y ha llegado a ir al puesto de trabajo de Valentina con el hijo porque sabe que ella, con el niño delante, no llamará a la policía.

    Y, cuando pensábamos que no encontraríamos más obstáculos, encontramos al perro protector que, después del tiempo trascurrido, sigue sin poder entrar en la mayoría de locales y espacios de la ciudad. Las ordenanzas municipales permiten el acceso de los animales de compañía a cualquier local, comercio, bar, etc. Pero el desconocimiento o la falta de sensibilidad de quienes están en dichos lugares no le permiten acceder, salvo dos excepciones, lo que la obligaría a tener que denunciar o avisar a la policía para poder entrar en los locales y establecimientos públicos. Otra cuestión es que ha decidido no realizar más denuncias para poder llevar una vida como antes.

    Las AAPP y aquellos cargos del Gobierno que le prometieron directamente solucionar su situación, no han hecho absolutamente nada un año después.

    No deja de ser paradójico que un maltratador condenado pueda seguir viendo a su hijo, recogiéndolo los fines de semana y fiestas de guardar y que no haya una sola revisión para ver cómo reacciona el menor, aún con las recomendaciones del propio defensor del pueblo, Francisco Fernández Marugán, quien ha reiterado que “un maltratador nunca puede ser un buen padre” y que es necesario que se suspenda el régimen de visitas de los/as hijos/as cuando se dicte un alejamiento del agresor a su madre. Nos decía Valentina en un momento de la entrevista que estaba decepcionada con la justicia. La ley hay que cambiarla porque no protege a la víctima, sino al maltratador. Además la familia paterna del niño no reconoce que este hombre es un maltratador e intenta poner al niño en contra de la madre.

    Transcurrido un año desde nuestra última conversación, comprobamos que la situación no ha mejorado y que a las mujeres no nos protegen. Como esta mujer nos comenta: “he empezado a salir. He vuelto a hacer cosas que me hacen sentir bien, pero siempre con compañía. Con gente siempre”. Aunque, como la entrada a muchos lugares con el perro está vetada, en el invierno sale lo justo. Pero cuando sale y hace nuevas actividades le señalan por intentar recuperarse y tener vida propia. Cuando Valentina nos cuenta cómo está, nos recuerda a otras mujeres víctimas que no pueden tener vida propia, ni recuperarse, ni realizar otras actividades en las que, afortunadamente para ellas empiezan a recuperarse porque socialmente parece que una víctima no es una persona autónoma, solo una víctima.

    Hace unos días se reunía la Conferencia Sectorial de Igualdad en la que se pretende reforzar la coordinación institucional para la lucha contra la violencia de género, esperamos que no sea una nueva maniobra por la cercanía del 25N y que mas allá de los acuerdos que realizaron sobre futuros trabajos se acuerden de que si no hay recursos no hay protección. Esperemos que al menos las AAPP no sean cómplices.

    Queremos recordar quienes son las señaladas y cómo los maltratadores pueden llevar una vida normal sin guardia, viviendo donde les apetece. Quizás habría que pensar en que fuera a ellos a quienes hay que controlar, señalar y ser ellos quienes vivan juntos bajo vigilancia continuada.